Hallan el esqueleto de una joven de hace 12.000 años

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En  mayo de 2007, el buzo Alberto Nava estaba explorando con sus colegas mexicanos Alex Álvarez y Franco Attolini una cueva submarina (o cenote) de la península de Yucatán, en México, cuando después de nadar más de un kilómetro por un túnel angosto y de agua clara súbitamente se encontraron con el borde de un gran pozo oscuro.

 «En cuanto entramos, supimos que era un lugar increíble -dijo Nava anteayer, durante una teleconferencia organizada por Science para la prensa internacional-. El piso desapareció debajo nuestro y no podíamos ver lo que había del otro lado.»

Dos meses más tarde, los tres volvieron a Hoyo Negro, como llamaron a la cueva, y se encontraron con un infrecuente tesoro arqueológico: sepultado junto a restos de tigres dientes de sable, pumas y gatos monteses, encontraron el esqueleto de una adolescente de 15 o 16 años que vivió hace entre 12.000 y 13.000 años. Los restos, que son los más antiguos y más completos recuperados hasta ahora de los primitivos habitantes del continente, ofrecerían claves para dilucidar controversias sobre el poblamiento de América.

Hay varias hipótesis sobre «el árbol genealógico» de los americanos nativos de hoy. Una de ellas, que se basa en datos genéticos y es la predominante, plantea que descienden de grupos nómades que ingresaron por lo que es hoy el Estrecho de Bering, pero que en esa época (hace entre 26.000 y 18.000 años) era una lengua de tierra que comunicaba Asia con América.

Sin embargo, esa teoría plantea un problema: las características faciales de los nativos americanos modernos no coinciden con los esqueletos más antiguos (de cráneos largos y altos, y frente pronunciada), sino que exhiben rasgos que los asemejan a japoneses, filipinos y otros pueblos sudasiáticos.

Hasta ahora no se habían encontrado esqueletos paleoamericanos suficientemente intactos como para ofrecer evidencias irrefutables que respaldaran ese modelo de poblamiento. De allí que este descubrimiento ofrezca un interés único: «Es difícil encontrar restos de esa antigüedad -explica el doctor Rolando González-José, vicedirector del Cenpat y especialista en genética poblacional-. Hasta ahora había mucho material fragmentario. La gracia de este esqueleto es que nos permite comparar la morfología del cráneo con el ADN antiguo».

Según explicó Deborah Bolnick, de la Universidad de Texas en Austin, los análisis genéticos realizados por tres laboratorios independientes al ADN de un diente de la joven encontraron un marcador (el haplogrupo D1) que sólo se encuentra en los americanos modernos y que deriva de un linaje asiático: lo poseen el 11% de los americanos nativos y hasta el 29% de los pueblos indígenas de Chile y la Argentina.

«La presencia de este linaje en el esqueleto de Hoyo Negro indica que esta niña está relacionada por parte de su madre con los actuales americanos nativos y que sus raíces pueden rastrearse hasta los paleoamericanos [que llegaron del norte de Asia]. Nuestros resultados, por lo tanto, no ofrecen evidencia de una migración temprana a América desde el sudeste de Asia o Europa», dijo Bolnick.

Pero el investigador argentino, sin embargo, discrepa en algunos puntos. «Lo que ellos ven como controversial para nosotros es lógico -dice-: nosotros defendemos un modelo [del poblamiento de América] en el que el grupo inicial de personas que entraron por Bering era morfológica y genéticamente diverso. Una cosa que objetamos de este trabajo es que ellos no hicieron un análisis morfológico riguroso. Ya estamos preparando una respuesta.»

 

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