Se enfrió la relación de Boudou con Cristina

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Era jueves por la mañana y su presencia en la sesión complicaba todo cuando un Amado Boudou enojado largó una frase cerrada destinada a los odios de Olivos.

«Yo no soy Cobos», transmitió a Miguel Ángel Pichetto, el intermediario con quien terminó de definir que debía evitar presidir la sesión de ese día para no entorpecer una ley pedida por el Gobierno. Dejó en claro que él no sería el escollo, agarró sus cosas y se fue del Congreso.

Hace tiempo que Cristina Kirchner no habla con su vicepresidente de modo fluido. Se cruzan cada tanto, una vez por semana, en actos oficiales, pero dejaron de tener el contacto diario de otras épocas.

La Casa Rosada cada vez está más al margen de su devenir judicial. La estrategia en Tribunales quedó en manos de los abogados Diego Pirota y Eduardo Durañona. El primero, puesto por el Gobierno cuando estalló el caso Ciccone en 2012, mirado con desconfianza por el propio Boudou, es un hombre que ya no goza del esplendor de otras épocas que solían tener los enviados del Gobierno a Tribunales; el otro es amigo del vice. No está Carlos Zannini ni cerca pensando en él, ni tampoco hay un equipo especial para guiarlo.

En lo político, Cristina sigue siendo su único sostén, aunque su contacto más habitual con Boudou es a través de terceros. De vez en cuando hablan, pero se da sobre todo en los actos que comparten. Cuando el vice tiene que reemplazarla, se entera por Oscar Parrilli, funcionario todo terreno en el funcionamiento de la Casa Rosada. Él se comunica con los secretarios de Boudou y así el vice está al tanto cuando lo convoca la Presidenta.

Cristina Kirchner sigue valorando su lealtad, aquel motivo por el que lo eligió para acompañarla, el mismo que resaltó con su frase «No saben qué lindo que es tener un vicepresidente», y el mismo que el jueves la llevó a sacarlo de la sesión para evitar que se cayera una ley. No en vano toda la semana anterior había comenzado por ratificarlo en medio de la presión interna que estalló sin precedente.

El lunes, a pesar de que nadie quería mostrarse con él, decidió a contramano de lo que había dicho el gobernador de Tucumán, José Alperovich, mandarlo para que el miércoles la representara en el acto central por el 9 de Julio, y lo hizo participar del almuerzo de honor con el presidente de Armenia, Serzh Sargsyan. La fecha patria terminó otra vez con Boudou como protagonista, con la pelea que ya nadie esconde con Florencio Randazzo y cerró el jueves con su paso al costado en el Senado.

La disputa con Randazzo parece no tener fin. Ambos se tiran con todo y la relación está completamente quebrada. Esa tensión genera posiciones encontradas en el resto del gabinete, que sigue protegiendo a Boudou sólo por pedido de Cristina, y de manera moderada. Eso hizo Julio De Vido está semana, otro de los más enfrentados, además, con Randazzo.

Cada vez son menos y cada vez es más tímida la defensa. «Nadie sabe qué hacer ni qué decir», lo explica un ministro y agrega que el tiempo electoral comenzó a trastocar la estrategia. Cristina habla con muy pocos del tema. La línea de discurso la bajan Zannini, Parrilli y la mesa chica de La Cámpora, integrada por Andrés Larroque y Eduardo De Pedro. El pronunciamiento de Unidos y Organizados a favor del vice, desde Mendoza hace mas de un mes, se terminó de cerrar en el último minuto. Por sí solos, los dirigentes políticos prefieren evitar hablar de Boudou. Sólo lo hacen cuando llega una orden desde Olivos, como fue obturar cualquier posibilidad de juicio político. No por enemistad manifiesta, sino por conveniencia. En carrera hacia 2015, Boudou es una pesada carga que nadie quiere sobrellevar.

Boudou está enojado. Se quedó mucho por la decisión del oficialismo de correrlo de la sesión, pero la aceptó como un gesto de lealtad hacia Cristina. En la intimidad, el vice suele reprochar que está pagando el precio por haber sido el más cristinista de todos y se enfurece con Randazzo, a quien acusa de hacer campaña para sí mismo sin pensar en la Presidenta. Incluso estos días empezó a recordar todo lo que, dicen sus allegados, se bancó, desde que le pusieran a Hugo Moyano para lanzarse en la Ciudad en 2010, cuando la fórmula presidencial era una utopía y el camionero un piantavotos, hasta la batalla por Papel Prensa que le pidió la Casa Rosada. Sin una estrategia unificada, hay dos fechas en el calendario del Gobierno: una, entre septiembre y octubre, cuando la Cámara Federal falle en revisión sobre el procesamiento del vice. La otra, a fin de año, con el comienzo pleno de la campaña electoral.

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