Cuál es el objetivo de la política económica

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Para los economistas del sistema se debe valorizar el capital “a como dé lugar” y las demás variables (el salario, el empleo, las producción, los precios, la energía, etc.etc.) deben subordinarse a ello, por lo que los instrumentos de la economía y su aplicación básica, y principalmente por el Estado, que es el rol de la política (como herramienta) económica, es la de garantizar que se cumplan las “leyes del mercado”, que no es otra cosa que la voluntad de los sectores dominantes (las grandes empresas y corporaciones).

Por ende, todo se justifica, todo se sacrifica, todo se ofrenda en el altar de permitir la maximización de la ganancia a los sectores más concentrados, en desmedro de las producciones regionales, de las pequeñas y medianas empresas, de los trabajadores, en fin, de la amplia mayoría del pueblo, que queda reducido a economías marginales para poder sobrevivir, siendo la economía principal la que a su vez también se subordina a esa política, pero los capitalistas que están en el país con ingentes recursos explotan áreas no centrales y/o se asocian como socios menores a los grandes aglomerados internacionales.
En nuestro país, el ejemplo de los grupos económicos nacionales en las privatizaciones, haciendo el papel de “influyentes” sobre el Estado, para abrir la puerta del negocio terminando la más de las veces de socio menor o relegándose a espacios secundarios y/o explotaciones secundarias lo demuestran fehacientemente, “dualizando” la economía, una minoritaria pero para la que trabajan, en condiciones de competir internacionalmente, y la otra, la que comprende a la mayoría de la población y al país, una economía de subsistencia vegetativa (A la que Menem y Cavallo llamaban economías inviables).
Para John Maynard Keynes, al que curiosamente, los economistas pro valorización del capital “a como dé lugar” citan e inclusive escriben sobre sus trabajos, en cambio, sostiene que el papel de la política económica no es el de crear las condiciones para que funcionen bien las leyes ideales y espontáneas del sistema, sino la “de tomar medidas expresamente destinadas a corregirlas”.
Y esto es así, porque Keynes priorizaba una economía para todos, donde aumentaba la riqueza (como PIB, como producción de bienes y servicios) porque se empleaba y se ponía en funcionamiento la mayor cantidad posible de los factores de la producción (trabajo, capital, recursos naturales), y criticaba duramente los que edifican en base a la tasa de ganancia, infiriendo (y estamos hablando de la primera parte del siglo pasado, Keynes falleció en 1946) que la actividad especulativa que busca la ganancia de capital en cada período de mercado, dada su capacidad de realizar ganancias rápidamente, iba a condicionar a la producción de las empresas que por definición deben buscar los ingresos que le aseguren cubrir los costos y obtener una tasa de ganancia en largo plazo.
Esto es, el capitalismo se caracteriza por no emplear todos los factores de producción posibles, destruye riqueza, margina parte de la población y mal emplea a otras, en búsqueda de maximizar la ganancia, y a su vez, esa tasa de ganancia está condicionada a las actividades especulativas de los que disponiendo recursos (como representación del capital) quieren obtener ganancia fácil y rápida.
Keynes va a decir al respecto que la mayor parte de los profesionales “.

se preocupa mucho menos de realizar previsiones a largo plazo.
que de adivinar un poco tiempo antes que el gran público, los cambios futuros de la base convencional de evaluación de las acciones y de los títulos” (en nuestro país, ante la incertidumbre, debemos tomar el valor del dólar como principal fuente especulativa).
Y esa lógica perversa de ganancia fácil y rápida sirve a su vez para concentrar el capital, esto es, el resto de la producción debe competir con una tasa de ganancia especulativa (por ejemplo, ante la suba del dólar paralelo o blue), cuando el gran capital se beneficia de ello y a la vez va comprando, absorbiendo la competencia y otras actividades, expandiendo su capital.
Keynes va a desarrollar su teoría de los ciclos de la Inversión en un marco distinto si prevalece la especulación, va a decir: “… cuando en un país el desarrollo del capital se vuelve el subproducto de la actividad de un casino, se arriesga a realizarse en condiciones defectuosas”, para terminar que: “Sin previo aviso, nuevos miedos y esperanzas guiarán la conducta humana.
Las fuerzas de la desilusión imponen abruptamente una nueva base convencional de evaluación” que tiene poco que ver con la realidad o las condiciones objetivas de producción y distribución, le podemos agregar al pensamiento keynesiano.
De allí la importancia de un Plan, en el sentido de que las medidas que se toman en el corto plazo, formen parte, pertenezcan a un plan integral, que nos permite fijar a dónde queremos ir (y que la política económica es el instrumento para tal fin), y así tener el conocimiento que precede y preside las acciones, que puede estar referido a un sector de actividad económica (agrícola, industrial, transporte etc.
), a un territorio (localidad, región, ciudad, cuenca hidrográfica etc.
), a un grupo social (juventud, tercera edad, mujeres jefas de hogar etc.
), a un ámbito de acción (educación, salud, innovación, desarrollo rural, desarrollo económico local, desarrollo sostenible, desarrollo humano, etc.
), o conformar un plan de desarrollo global, y desde este punto de vista, las posibilidades de planificar son tan diversas y amplias como el fenómeno y el cuerpo asociado de conocimientos técnicos al que se aplica la planificación.
Planificar significa pensar antes de actuar, pensar con método, de manera sistemática; explicar posibilidades y analizar sus ventajas y desventajas, proponerse objetivos, proyectarse hacia el futuro, porque lo que puede o no ocurrir mañana decide si las acciones realizadas hoy son eficaces o ineficaces.
La planificación es la herramienta para pensar y crear el futuro.
Aporta la visión general, y con esa vista larga fundamenta las decisiones de cada día.
Como dice el logo fundacional de la Universidad de Tucumán: “Pedes in terra ad sidera visus” (Los pies en la tierra y la mirada en el cielo), combinar el conocimiento de lo que se analiza con su proyección y con los objetivos proyectados.
Se trata, por consiguiente, de conformar una herramienta imprescindible para actuar sobre la realidad.
O sabemos planificar o estamos obligados a subordinarnos a que otros planifiquen por nosotros.
Es meritorio, sin lugar a duda, haber sofrenado “el potro” de la especulación cambiaria de septiembre 2014, es válido el empleo de los acuerdos con China (de swaps y de inversión), con Rusia, la licitación del 4 G (y no tan meritorio colocar títulos públicos que dan una renta anual en torno al 10% en dólares, cuando la tasa de los bonos de los países centrales es menos del 1% anual), etc.
, todo jugando para condicionar y lograr que los exportadores de granos liquiden parte de la cosecha antes de que cierre el año.
Pero si no nos anteponemos a lo que va a pasar, vamos a ir siempre detrás de los acontecimientos, en un marco en que los especuladores y el gran capital van hacer jugar a su favor el fin de la cláusula RUFO y el pago de los servicios de la deuda, la necesidad de divisas para pagar las importaciones y transferencias de tecnología, etc.
etc.
, y para apuntalar a los candidatos a la máxima administración del país que le son confiables porque van a aceptar desde el vamos las reglas impuestas de valorización del capital, como lo reafirman las crecientes compras de los fondos externos de empresas, participación y títulos públicos (Fondos extranjeros como Gramercy, Fintech, Soros, Goldman Sachs, Owl Creek Asset, Redwood, Kyle Bass, Bienville, Brevan Howard, etc.
).
No se trata de una elección nacional, lo que está en juego es si vamos a defender nuestra producción y nuestro trabajo o si en cambio nos vamos a subordinar al gran capital internacional y ser cófrades de su lógica, eso es lo que debe debatirse, tomar conciencia, como decíamos en una nota pasada: “Lo que se está discutiendo es cómo se van a constituir los costos de producción, esto es, cómo se garantiza que en moneda dura se puedan amalgamar las ventajas naturales que tenemos, la remuneración a los distintos tipos de trabajo y los márgenes de ganancias, para que nuestros productos sean competitivos en nuestro mercado interno y en el exterior, y esa amalgama sólo se puede hacer si el nivel de inversión es el necesario.
La clave fundamental, el “quid de la cuestión”, consiste en cumplir con las condiciones de eficiencia y productividad, pero garantizando el poder adquisitivo de la población, base del consumo nacional; para ello se requiere de mayor dotación de capital, que no nace espontáneamente de una clase empresaria como la que opera en nuestro país, que busca renta de muy corto plazo, sino con un plan sistemático, integral, que parta de un análisis de lo que puede desarrollar la Argentina para sustituir importaciones y apuntalar las exportaciones, pero que contemple la creación de mayor valor agregado (trabajo y trabajo especializado) para que el beneficio sea para todos”.

por Horacio Rovelli
Economista, profesor de la UBA

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