Diego Golombek: «Las ideas son un filtro para ver el mundo»

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Hay una etiqueta de los creativos, los no creativos, los que se le caen ideas todo el tiempo, los «mad men», y es muy importante desterrarlo: «no hay gente tocada por la varita mágica», dice el doctor en Ciencias Biológicas e investigador. Golombek busca llevar la ciencia a todos los rincones de la vida cotidiana.

Diego Golombek es doctor en Ciencias Biológicas, profesor, investigador, director de laboratorios especializados en cronobiología y divulgador científico. Foto: Leo Vaca

En su nuevo libro «La ciencia de las (buenas) ideas», el científico Diego Golombek comparte todo lo que se sabe hasta ahora en el terreno de las ideas y la creatividad, y lo hace con evidencia, experimentos y teorías que buscan entender el misterio de esos «momentos Eureka» que resuelven problemas, descubren soluciones innovadoras y reimaginan una y mil veces cómo encontrarle la vuelta al asunto: «No hay gente tocada por la varita mágica», asegura el autor.

Ni genios, ni musas, ni seres de otro mundo, ni mucho menos únicos. Primer spoiler: «Trabajo, trabajo, trabajo, trabajo, disrupción», resume en diálogo con Télam el doctor en Ciencias Biológicas, profesor, investigador, director de laboratorios especializados en cronobiología y divulgador empecinado en llevar la ciencia a todos los rincones de la vida cotidiana.

¿Qué tendrá que ver la dispersión, el aburrimiento, la interacción social con las ideas y la creatividad? ¿Qué sucede en el cerebro cuando estamos creando? En verdad ¿qué es lo que la ciencia sabe hasta el momento sobre ese campo donde el pensamiento parece volverse mágico, cuando plaf, de repente, surge una idea? «Hay una ciencia de las ideas, y aquí es donde empezamos a des-hechizarla», convoca Golombek.

«La ciencia de las (buenas) ideas» (Siglo XXI) es también «manual de evidencias para la creatividad, la innovación y el pensamiento disruptivo», como invita el subtítulo del volumen, lo que convierte a este libro en un híbrido difícil de encasillar: historia de la ciencia, evidencia, experimentos, ejercicios, consejos y muchos ejemplos que ponen en escena esos condimentos necesarios para una nueva y buena idea. Tal es el caso de la valija con rueditas, que se patentó recién en 1970 y unió dos cosas que ya existían, porque de las ruedas hay evidencia que data de hace 5.000 años y las valijas de unos 1.000 años. A ese magnífico cruce, años después un piloto agregó un palo y el hechizo hizo su magia con un objeto tan cotidiano como mundial.

El fervor por las ideas y la innovación, contará Golombek en las primeras páginas del libro, se pusieron de moda después de mitad del siglo XX en su afán de comprender qué es la creatividad, ese fenómeno que nos distingue de otras especies vivas.

Las «obsesiones» y «noseísmos» son motores de perseverancia en busca de soluciones menos tradicionales y no tanto la inspiración como ráfaga de iluminación que opera inesperada. Detrás de esa conjunción, mucha transpiración y trabajo. Las 10.000 horas de trabajo que popularizó el escritor Malcolm Gladwell, como recuerda el científico.

Golombek identifica que «hay una preocupación por, y cada vez más acuciante, por la creatividad, por la innovación y la preponderancia que tienen las ideas socialmente en la actualidad». Acaso eso explique la profusión de libros que prometen «la» receta de la creatividad, auguran claves de cómo ser creativos, o la demanda de puestos de trabajo que exigen personas creativas, incluso oficios que llevan el nombre de creativos.

Pero ¿qué aval científico hay detrás de las ideas y la creatividad? ¿hay personas más creativas que otras? ¿Se puede vivir en estado de creatividad permanente? ¿Hay estímulos que contribuyen al «momento Eureka»? Golombek entreteje la evidencia científica que hay hasta el momento con un enfoque histórico, aporta definiciones, derriba mitos y despliega propuestas para activar esa conexión entre neuronas, ambiente, crianza, interacción social, que conforman ese territorio dispuesto para dar lugar a nuevas ideas.

«El ser humano es el objeto más complejo y estamos lejos de comprenderlo. La posibilidad de ser creativos todavía no sabemos si está presente en el resto de la naturaleza, aunque hay algunos ejemplos muy concretos. En cambio, en los humanos pasa todos los días. Todos somos maravillosamente creativos», dice.

El nuevo libro de Golombek se llama La ciencia de las buenas ideas Foto Leo Vaca
El nuevo libro de Golombek se llama «La ciencia de las (buenas) ideas». Foto: Leo Vaca

-Télam: La creatividad parece asociarse a la productividad, incluso con un interés comercial ¿por dónde empezamos a pensar las ideas y la creatividad?
-Diego Golombek: Hay una etiqueta de los creativos, los no creativos, los que se le caen ideas todo el tiempo, los «mad men», y es muy importante desterrarlo: no hay gente tocada por la varita mágica. El spoiler, el resumen general del libro, es muy sencillo y es una fórmula: trabajo, trabajo, trabajo, trabajo, disrupción. Hay un excesivo énfasis en la disrupción, en el sentido de la inspiración. No como una musa que viene y te sopla el oído soluciones mágicas. Pero tampoco sirve el trabajo solo. El trabajo es una condición necesaria e imprescindible, pero tal vez si vos mantenés un trabajo rutinario no te aparece esa idea nueva, necesitas darte el permiso de esa disrupción ,de salir a pasear, de ir a tomar algo, dormir o aburrirte.

-T: En uno de los capítulos abordás la tensión entre imaginación y trabajo ¿qué significa?
-D.G: Ahí nos metemos en terrenos resbaladizos porque hay cosas que no tienen definición. ¿Qué cuernos es la imaginación? Podemos pensar en imaginación textualmente, como imaginería, o sea, tener imágenes en el cerebro. Muchas veces el trabajo no produce esas imágenes. Si vos tenés un trabajo repetitivo, mecánico, realmente funcionan incentivos como tener mas vacaciones, irte antes a tu casa o que te paguen más. Por el contrario, cuando es un trabajo que ya tiene un desafío creativo cognitivo intelectual de por sí eso ya es un incentivo intrínseco. Entonces un trabajo que promueva esa imaginación es redituable per se. Y eso puede ocurrir en cualquier trabajo, no es necesario que seas un publicista de la Sexta Avenida, podés ser un zapatero maravillosamente imaginativo y creativo.

-T: Proponés muchas definiciones de creatividad y vas armando una mapa ¿con cuál te quedás?
-D.G: No te podés quedar con ninguna. Es un fenómeno tan humano, tan cultural, tan que nos forma parte que es imposible definir «la creatividad es esto», «las ideas son esto». Las ideas son un filtro para ver el mundo y van cambiando esos filtros y son la base de la creatividad. Ahora, no solamente tenés que hablar de neuro sino de innovación porque también te quedás afuera ¿no? Hay muchas definiciones y a mí me gusta mucho la definición acumulativa: tenés varias cosas dando vueltas y las metés en el mismo lugar, eso puede darte una idea nueva, una solución nueva y quitarte un poco la presión de que tenés que descubrir un mundo. Hay muchos mundos descubiertos. Bueno, juntalos y fijate qué pasa.

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-T: Hacés elogio de la dispersión para la creación pero, ¿cómo interviene la dispersión, por fuera del paradigma de la celeridad?
-D.G: La dispersión es necesaria para que se te caigan ideas nuevas. Y eso es dispersión, no es celeridad. No es correr detrás de la idea sino dejar que las conexiones se formen. Esto de salir a tomar algo, aburrirte, ser un poquito desprolijo, ir a pasear, ir a un bosque… hay un par de papers que dicen que el bosque es mejor porque hay algo que pasa en contacto con la naturaleza que te asocia esas ideas que vos venís trabajando obsesivamente, apasionadamente durante tanto tiempo.

-T: A veces no es instantánea la percepción de la creatividad ¿no?
-D.G: Eso entra muy en conflicto con la aceleración de los tiempos del siglo XXI. Yo trabajo con sueño y efectivamente ahí deberíamos hacer un nuevo elogio de la paciencia y del tiempo porque lo hemos perdido. Cuando empezaron los buscadores Google, Yahoo, etcétera pasaba segundos y eso estaba todo bien. Hoy pasa un segundo y ya te ponés nervioso. Hay un poco de aceleración porque el cerebro mide el tiempo por la información que recibe y si pasan muchas cosas el tiempo va más rápido. Estamos llenando de información permanentemente y el tiempo parece mucho más rápido, con lo cual te parece que no te alcanza para nada ¿cómo voy a tener ideas si tengo que correr todo el día?

Es muy común que ocurra de esa manera y entonces inventamos soluciones que parecen interesantes y productivas.

-T: ¿Ser creativo es enfrentarse a la posibilidad del fracaso?¿Cómo interviene eso en una época donde no hay mucha tolerancia a la frustración?
-D.G: Hay también una reacción a eso y es que en los círculos de la creatividad hay un culto al fracaso. Me parece una estupidez tomarlo como culto, obviamente que vas a tener fracasos pero que esos fracasos sirvan para algo, que no sean solo para bajonearte, qué te lleven a preguntar qué hice mal, porque es un experimento. Es hacer ciencia finalmente.

Y lo otro es la tolerancia a la frustración que en tiempos tan rápidos es mucho más difícil porque te fue mal con algo e inmediatamente tenés chiquicientos otros estímulos para poner en juego. El mundo de las redes sociales, el mundo de la computación y esto, los que saben de Educación, lo están viendo muchísimo en los niveles educativos primarios y secundarios donde no estamos favoreciendo una cierta tolerancia a que te vaya mal. Eso también vale en la maternidad/paternidad de dar estímulos permanentemente para que no se frustre, no se aburra. Bienvenida la frustración, el aburrimiento, el ocio para que pongas el cerebro en otra modalidad que te de ideas nuevas.

-T: Y otro gran mito que desarmas es la idea de genio ¿La creatividad cabe a todos?
-D.G: Efectivamente no es sólo de genios, ni gente inteligentísima, porque además cómo medís esa inteligencia, pues las mediciones son relativas. Es para gente apasionada. Lo que pasa es que nuestro cerebro tiene un sesgo en cuanto a enamorarse o destacar, sobre todo, los logros individuales más altos. Entonces siempre destacamos a aquellas personas que quizá son una excepción. En la mayoría de los casos es gente con una vida bastante normal a la que se le caen ideas cada tanto y lo que buscamos acá es alguna racionalidad o método. (TELAM)

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