Irán: «perdonó al asesino de su hijo cuando estaba en la horca»

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La mujer, que iba a participar del ahorcamiento público, le dio una cachetada al condenado por apuñalar a su hijo de 18 años y lo perdonó. Todo ocurrió en unos pocos segundos, que a los dos les cambió la vida.

 

En una situación dramática, la madre de Abdollah Hosseinzadeh, que fue apuñalado hasta la muerte siete años atrás, estaba detrás de Balal, el asesino de su hijo, quien, con una soga alrededor de su cuello, estaba listo para morir en un ahorcamiento público en Irán. La mujer, acompañada por su marido, sorprendió a todos los presentes cuando caminó unos pasos para darle una cachetada al joven y luego perdonarle la vida.

Abdollah Hosseinzadeh murió apuñalado a los 18 años a manos de Balal en medio de una pelea callejera en la ciudad iraní de Royan. El juicio duró más de seis años y terminó con una condena a pena de muerte en un ahorcamiento público.

En una aplicación de la ley sharia de la retribución, la familia de la víctima podía participar en la ejecución: debían empujar la silla en la que el condenado estaba de pie, para que la soga termine con su vida.

Todo parecía listo y el auditorio para el morboso espectáculo, expectante. Sin embargo, según muestra el fotorreportaje de Arash Khamooshi, de la agencia semiestatal iraní ISNA, todo cambió cuando la madre de la víctima se acercó al convicto, le dio una bofetada y dijo que lo perdonaba. El padre le retiró la soga y argumentó que creía que Balal no había asesinado a su hijo premeditadamente.

«Era inexperto e ingenuo y no sabía cómo manejar un cuchillo», argumentó, según ISNA.

Además, contó que su mujer había tenido un sueño que los había hecho reflexionar. «Hace tres días, mi mujer vio a mi hijo mayor [su hijo menor también murió, en un accidente de moto, y tienen además una hija] en un sueño y le decía que ellos están en un buen lugar, que no se vengara… Esto la calmó y decidimos pensar más hasta el día de la ejecución».

 

Después del episodio, la madre de Balal abrazó a la madre de la víctima y ambas lloraron desconsoladas, en un acto que los iraníes no están acostumbrados a atestiguar.

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