por Horacio Rovelli.
La llegada del gobierno popular de Héctor Cámpora en 1973 estuvo condicionada desde el principio por las grandes empresas extranjeras que operan en nuestro país y los grupos locales más concentrados, observada desde muy cerca por los EEUU, que se opusieron al plan pergeñado por un importante sector empresarial nacional distribuido en todo el país encabezado por la Confederación General Económica que, apalancado sobre los trabajadores, proponían un acuerdo con el Estado que básicamente invertiría en infraestructura y a la vez mediante planes promocionales permitiría que crezca más la burguesía nacional que la extranjera. Esto se plasmó en el denominado Pacto Social (“congelamiento” de salarios y precios, con nacionalización del crédito y del comercio exterior) y se proyectó en un plan trienal de crecimiento y expansión de los mercados internacionales con los países del este europeo.
El solo hecho de abrir el comercio a Rusia y obligar a las empresas automotrices extranjeras, principalmente de los EEUU, venderle a Cuba, condicionaban la política de apoyo a la burguesía local, por lo que el país del norte de nuestro continente podía permitir, poniéndole fin a la experiencia, con lo que José Ber Gelbard debió renunciar el 21 de octubre de ese año.

La lógica del capital monopolista fue la que primó, quienes se fijaron como objetivos el control de las industrias básicas, las finanzas y el comercio exterior, que se logra si esas actividades están en manos privadas, que por la ley de concentración y centralización de capitales termina en monopolios. Sumados al monopolio de la tecnología y del conocimiento, a la necesidad de importar insumos industriales estratégicos (coeficiente técnico de importación), a la necesidad de recurrir al endeudamiento, condicionando el presente y el futuro del país, asociado a la libertad de entrada y salida de capitales.

Primero fue el “Rodrigazo” plan inspirado y guiado por Ricardo Mansueto Zinn, hombre del Grupo FIAT (y miembro del “grupo Azcuénaga” que fueron los que elaboraron el plan económico de Martínez de Hoz, y años más tarde directivo de SEVEL – MACRI) que fue Vice Ministro de Celestino Rodrigo en junio de 1975, quién en agosto del año 1976 publicara un libro titulado “La Segunda Fundación de la República y en él va a sostener: “…cuando un país cae en la decadencia, la única salida posible es el aniquilamiento de un modelo para reemplazarlo por otro”.

La Argentina de 1973 – 1974 era el país más integrado de todo el continente americano, donde menos diferencia había entre la franja más rica de la población y la más pobre, gracias a una industria que sustituía importaciones y crecía mientras crecía el mercado interno, por lo que se beneficiaba con el aumento del número de trabajadores y su mejor paga. Las políticas fiscales, monetarias y cambiarias eran expansivas y funcionales a esos objetivos, tenían como contra partida un proceso inflacionario por que la inversión siempre iba detrás del consumo, pero el crecimiento sostenido permitía incrementos salariales que compensaban los aumentos de los precios.

Se instauró una dictadura militar para romper ese modelo de producción y distribución basado en el mercado interno y en el trabajo y la producción local, e impuso a sangre y fuego el de subordinación a la valorización financiera del capital, sistema que destruyó el tejido industrial, al destruir la formación interna de cadenas de valor, atando a nuestras importaciones de imprescindibles insumos que no producimos o lo hacemos en forma insuficiente, con lo que la estructura económica Argentina presenta ciertos enclaves competitivos y modernos, en el marco de estructuras degradadas y empobrecidas donde el capital concentrado no invierte.

Es más, las grandes empresas que han permanecido e incluso expandido con la nueva configuración, lo hicieron con y por la apropiación de un mercado cautivo, y han destruido y destruyen eslabones internos de producción, imponiendo sus condiciones en el mercado nacional y usándolo de base para sus ventas e inversiones en el exterior.

Una vez asaltado el gobierno por las armas, económicamente fue sencillo, se atrasó ex profeso el tipo de cambio, se redujeron aranceles (impuesto a la importación) y se incrementaron las tasas de interés, de esa manera era más barato importar que producir, como hizo Martínez de Hoz y su célebre “tablita Cambiaria”, ese modelo derrapó en la crisis y fuerte depreciación de nuestra moneda de 1981 y 1982, lo que fue el fin del gobierno militar. Pero el modelo de valorización financiera del capital continuó con la democracia y la administración de Juan Vital Sourrouille y el “Plan Austral”, que estalló en mil pedazos en el año 1989. Tras la crisis, el menemismo prosiguió con el Plan de Convertibilidad y la paridad fija de $ 1 = U$s 1.- hasta que colapsó en las aciagas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001.

La salida fue terriblemente cruenta, no lo dejaron al Presidente Duhalde vender dólares para frenar la corrida cambiaria y el valor de la divisa norteamericana que era “teóricamente” de $ 1.- en diciembre pasó a ser de más de $ 3.- en abril de 2002, lo que repercutió en la suba de los precios y en la proporcional pérdida del poder adquisitivo de los salarios.

Sin embargo y paradójicamente a Duhalde lo sucede Néstor Kirchner, quien asume el 25 de mayo de 2003 y hasta la crisis de los bonos de securitización en el año 2008 en los EEUU y que repercutió en mayor o menor medida en todo el mundo, la economía creció a tasas chinas (en torno al 9% anual) al aunar y poner en marcha los trabajadores suspendidos o desocupados, las máquinas paradas y las fábricas cerradas, al poner como prioridad el mercado interno y el trabajo.

Kirchner primero aumentó los salarios por decreto y después habilitó paritarias libres, pero él decía que en esas paritarias el aumento salarial debía ser la inflación más dos puntos.

Con sus aciertos y errores el “kirchnerismo” defendió siempre la producción y el trabajo, e incluso fue inteligente en hacer acuerdos que fortalecen a la región, desde el Mercosur, la Unasur y la Celac, sabiendo que la calidad de la mano de obra nacional y el nivel tecnológico alcanzado le permitía asistir con bienes industriales a las hermanas naciones latinoamericanas.

La propuesta del Gobierno de Cambiemos de que se debía volver a los mercados de capitales y aceptar su lógica de interés compuesto, no solo desanda la estrategia de crecimiento del gobierno anterior, sino que y fundamentalmente, es funcional a la lógica del capital financiero internacional en particular y a la estrategia para la región de los EEUU en general.

Esa misma lógica a la que la administración de Macri se subordina, es la que hizo que los grandes bancos y fondos de inversión como el JP Morgan, Merrill Lynch, Stanley Morgan, Deutsche Bank, entre otros, se fueran en masa desde el 25 de abril de 2018, por lo que el gobierno de Cambiemos acuerda con el FMI, y esto es posible porque el capital financiero internacional y los EEUU en particular, pretenden que nuestro país sea un mero proveedor de materias primas y alimentos, con la menor industrialización posible, amén de saber que pueden prestarle al Gobierno de Cambiemos, porque garantiza su pago en especies, como son las acciones del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSeS, los yacimientos de Vaca Muerta, el litio, las reservas de agua potable, etc. etc.

LOS CUADERNOS DE CENTENO
Las fotocopias de los supuestos “cuadernos” del chofer Oscar Centeno son funcionales a la estrategia de dominación y “primarización” de la economía argentina, por un lado, ponen frenos a los planes económicos alternativos que priorizan la industrialización y el fortalecimiento del mercado interno, y, por otra parte, imponen como único y exclusivo sistema el de valorización financiera del capital con todo el daño que ha significado y significa en el país

El mensaje es claro, nadie se anime a enfrentar a la lógica del interés compuesto, va preso y se confiscan sus bienes, contratos, aspiraciones, etc., tienen jueces, medios periodísticos, económicos, etc., por lo que se debe acatar lo que EEUU, sus empresas y financistas decidan, de allí que no solo no le soltaron la mano a Macri, sino que lo tienen como la cara visible de un gobierno que se endeuda para pagarles, que incluso el FMI concede créditos para que los capitales que se quieran ir lo hagan, saben que lo van a recuperar y con creces de los activos y del trabajo argentino.

Por supuesto van a parecer los arrepentidos que van a jurar y perjurar que creen en el plan económico de Macri y que todos los sacrificios son pocos para “que no nos aislemos del mundo” y otras sandeces por el estilo, encabezados por los bancos y los que explotan recursos naturales, como la energía, la minería y la producción a gran escala, acopio y exportación de productos agropecuarios, en un marco donde el dólar y EEUU se fortalecen, demostrado en que entre abril y junio de 2018, ingresaron a las bolsas de valores de los EEUU U$s 40.000 millones y otros U$s 8.000 millones a los fondos de renta fija, mientras en igual lapso salieron unos U$s 25.000 millones de los mercados de capitales de Europa

Pero del otro lado está el pueblo argentino e incluso productores y comerciantes ligados al mercado nacional, quienes con sus diferencias y matices apoyan propuestas que pretenden industrializar y generar trabajo en el país, que chocan con las ambiciones del capital financiero internacional y de la lógica de subordinación que imponen los EEUU en la que considera su patio trasero, donde nos reservan el destino de meros proveedores de materias primas y alimentos, e instrumentan la deuda y el acuerdo con el FMI para garantizar que nada cambie, incluso el mismo Mauricio Macri es disciplinado por los “cuadernos“ de Oscar Centeno y toda la runfla de “arrepentidos” y colaboradores y se ve obligado a llevar adelante medidas cada vez más antipopulares, como fueron las recientes de suspender por 6 –seis- meses la baja de las retenciones para aceites y harinas de soja, que tenía una alícuota del 32 por ciento en el año 2015 y la habían hecho descender hasta el 23 por ciento actual. También se eliminó el Fondo solidario de la Soja, por el cual las provincias y municipios no recibirán el 30 por ciento de la recaudación de los derechos de exportación a la soja que financiaban obras públicas (con esta decisión, según el gobierno, se deja de girar a las mismas 8.500 millones de pesos en este año 2018 y otros 26.500 millones de pesos en 2019). Y se reduce en un 66 por ciento el monto total pagado en concepto de reintegros (devolución de impuestos a los exportadores) que serían unos 5 mil millones de pesos en 2018 y 29 mil millones de pesos en el año 2019.

Como dijimos en la nota anterior, Mauricio Macri y el gobierno de Cambiemos tienen que saber la historia contada en El Príncipe por Nicolás Maquiavelo de Ramiro del Orco: Cesar Borgia, puso al frente de la Romaña a “Ramiro de Orco, hombre cruel y expeditivo, al que dio plena y absoluta potestad. Este unió y pacificó la provincia, pero más tarde juzgo el Duque de Valentino (cargode Borgia) que ya no era precisa autoridad tan rigurosa porque podía resultar odiosa a la población y estableció un tribunal civil en el centro de la provincia. Para aminorar el odio y apaciguar los ánimos, quiso demostrar que, si se había llevado a cabo alguna crueldad, no había nacido de él sino de la despiadada naturaleza de su representante, y lo hizo sacar una mañana a la plaza de Cesena, con el cuerpo partido en dos y un trozo de madera y un cuchillo ensangrentados al lado. La ferocidad del espectáculo hizo que aquellos pueblos quedarán a la vez satisfechos y estupefactos”

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