Un país dependiente y sin futuro

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por Horacio Rovelli Economista

Los españoles en plena época de la conquista llamaban a estas tierras “los espacios vacíos”. En el norte argentino se criaban animales y se obtenían alimentos para los trabajadores de las minas de Potosí y del Perú. Es con la lucha de la independencia que se va “formateando” nuestro país, a la par que Gran Bretaña que estaba viviendo la primera revolución industrial, donde el telar mecánico reemplaza al telar manual y se incorpora el uso de la máquina a vapor para el transporte y la producción, se plantea la subordinación de estas pampas como mero proveedor de alimentos y materias primas.
En efecto como afirma en su libro “La cuestión Rural” el Dr. Rubén Lamas: “Mucho tiempo antes, en épocas del Cabildo y la Revolución de mayo, las vacas se criaban solas y se las cazaba, ya que aún no había llegado el tiempo del alambrado. Así, bajo esa modalidad pre-capitalista, el Cabildo otorgaba los «permisos de vaquería», que consistía en grupos de jinetes montados a caballo, que se aventuraban hacia el interior del territorio con la ayuda de baqueanos conocedores del terreno; de manera que se hacían travesías vadeando ríos y enfrentando las condiciones naturales del terreno. No hacían falta trabajadores formales ni especializados; y los gauchos que se hallaban dispersos en la campaña ocasionalmente ayudaban en esa función. Ese origen lejano dejó raíces profundas en lo económico y cultural”

Lo describe idílicamente José Hernández en las primeras estrofas del “Martín Fierro” “Yo he conocido esta tierra, en que el paisano vivía y su ranchito tenía y sus hijos y mujer…era una delicia el ver cómo pasaba sus días”.

Y con crudeza Jorge L. Borges cuando afirma: “Hijo de algún confín de la llanura, abierta elemental casi secreta, tiraba el firme lazo que sujeta, al firme toro de cerviz oscura. Se batió contra el indio y con el godo, murió en reyertas de baraja y taba, dio su vida a la patria que ignoraba y al perder lo fue perdiendo todo”. Pero ese hombre libre fue necesario conchabarlo como peón de campo en la primera unidad capitalista en estas tierras, la estancia.

Cuando Juan Manuel de Rosas ya era un importante “hombre de campo” en 1815, gobierno del Director Supremo Ignacio Álvarez Thomas, por Decreto contra la Vagancia se sostuvo que: “Todo hombre de campo que no acreditara ante el juez de paz local tener propiedades, será reputado sirviente y queda obligado a llevar papeleta de su patrón. Igual transitar el territorio sin permiso del mismo juez”.
Rosas había hecho la campaña del desierto como segundo de Martín Rodríguez, y el presidente Bernardino Rivadavia en 1824 lo nombró comandante de los ejércitos de campaña a fin de mantener pacificada la frontera con la población indígena de la región pampeana. Con el ascenso de Juan Manuel de Rosas –que gobernó desde 1829 a 1832 y de 1835 a 1852– el gobierno pasó a ser ejercido directamente por la clase social de los estancieros. La papeleta de conchabo se generalizó y el sistema sirvió a Rosas para afincar en una condición «feudal» a los «vagos» que poblaban las que serían sus estancias. Las 367.000 hectáreas de Rosas serían trabajadas por una peonada en condición legal servil, atada a la tierra por la papeleta de conchabo y el Juez de Paz.
El conflicto ente Rosas y los comerciantes porteños surge porque el primero y su grupo estanciero saladeril exportaban principalmente tasajo para el consumo de los esclavos, mientras que la burguesía mercantil necesitaba intermediar con las importaciones extranjeras convirtiéndose en un apéndice de esa industria.
Ese país agrario siempre subsistió, aún cuando el primer peronismo le dio la impronta de un país industrial que buscaba sustituir importaciones, pero se seguía dependiendo de los ingresos de las exportaciones del campo. Es cierto que paulatinamente en el final de ese período (1945- 1974) se había avanzado mucho en la industrialización y en exportar productos MOI (Manufacturas de Origen Industrial).
En efecto, la Argentina en 1974 era el país más integrado de todo el continente americano, donde menos diferencia había entre la franja más rica de la población y la más pobre, gracias a una industria que sustituía importaciones y crecía mientras crecía el mercado interno, por lo que se beneficiaba con el aumento del número de trabajadores y su mejor paga. Es más, el modelo ISI no solamente no estaba agotado, sino que en 1973-1974 a través de acuerdos comerciales internacionales, primero con la región y luego con Rusia y los países del este europeo, e incluso con Cuba, había logrado vender bienes industriales, con lo cual incrementaba y mejoraba la composición de las exportaciones.
Las políticas fiscales, monetarias y cambiarias eran expansivas y funcionales a esos objetivos, tenían como contra partida un proceso inflacionario porque la inversión siempre iba detrás del consumo, pero el crecimiento sostenido permitía incrementos salariales que compensaban en gran parte, los aumentos de los precios.

EL OBJETIVO ECONOMICO DE LA DICTADURA MILITAR
En su “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar” (24 de marzo de 1977) Rodolfo Walsh asevera: “En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”. Y reflexiona que la política económica es “…dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o a Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete”.

Era necesario destruir la alianza de hecho entre los empresarios nacionales y los trabajadores, en que ambos crecían si crecía el mercado interno, por eso la dictadura militar impuso un modelo de valorización financiera del capital que, destruyó el tejido industrial, al destruir la formación interna de cadenas de valor, atando a nuestras importaciones de imprescindibles insumos que no producimos o lo hacemos en forma insuficiente, con lo que la estructura económica Argentina presenta ciertos enclaves competitivos y modernos, en el marco de estructuras degradadas y empobrecidas, donde el capital concentrado solo invierte para mantener su posición y hasta donde lo limite su capacidad instalada.

Es más, las grandes empresas locales que han permanecido lo han hecho con y por la apropiación de un mercado cautivo, y han destruido y destruyen eslabones internos de producción, imponiendo sus condiciones en el mercado nacional y usándolo de base para sus ventas e inversiones en el exterior.

Si bien los gobiernos denostados como populistas han convivido con esa trama productiva y distributiva, las administraciones neo liberales como las de Menem y la Alianza, y ahora el gobierno de Cambiemos, son funcionales al capital financiero internacional y limitan vía tasas de interés y competencia desigual (durante el mayor tiempo posible atrasan el tipo de cambio, hasta que la presión revierte fuertemente la situación; más la reducción sistemática de aranceles) incluso, a los enclaves industriales que sobrevivieron con la práctica de mercados cautivos.

Cuando, durante un tiempo prolongado, esa combinación de altas tasas de interés y bajo tipo de cambio eclosiona, porque los capitales financieros temen no poder repetir el proceso de “carry trade” y comienza el período de crisis por fuga de capitales, como ha pasado tantas veces (en nuestro país en 1980-1981 y 1982; 1989; 1995; 2001-2002) y ahora, tras la salida impetuosa de capitales desde fines de abril de 2018. Entonces el gobierno trata de revertir el cuadro con una violenta depreciación de nuestra moneda que le permite a los “fugadores” de capital y al capital extranjero, quedarse con las principales compañías por la mitad o menos del valor real de las mismas, por ende la crisis y fuga implican extranjerización del capital, esencialmente en los grandes resortes de un país, su producción energética, en las industrias de uso difundido (acero, aluminio, cemento, petroquímica, etc.) y en el comercio exterior (esencialmente granos y petróleo).
La propuesta del Gobierno de Cambiemos de que se debía volver a los mercados de capitales y aceptar su lógica de interés compuesto, es funcional a la lógica del capital financiero internacional, sin comprender la esencia de la producción y distribución de bienes y servicios finales que conforma el PIB (Producto Bruto Interno), más para un país como el nuestro que el destino de sus ventas en torno a las tres cuarta partes, es el mercado interno.
Esa misma lógica es la que hizo que los grandes bancos y fondos de inversión como el JP Morgan, Merrill Lynch, Stanley Morgan, Deutsche Bank, HSBC, entre otros, se fueran en masa desde el 25 de abril de 2018, por lo que el gobierno de Cambiemos acuerda con el FMI, y esto es posible porque el capital financiero internacional y los EEUU en particular pretenden que nuestro país sea para los mercados internacionales, un mero proveedor de materias primas y alimentos, con la menor industrialización posible, amén de saber que en la Argentina está garantizado el pago de la deuda porque se cancela en activos, como son las acciones del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSeS los yacimientos de Vaca Muerta (Con YPF, Tecpetrol del Grupo Techint y la parte de los Bulgheroni en Pan American Energy incluidos), el litio, las reservas de agua potable, etc. etc.
Una Argentina endeudada de sobre manera, dependiente del FMI, con un gobierno que no hace absolutamente nada ante la desindustrialización y el cierre de establecimientos, más desocupación y marginalidad que provoca con tasas de interés confiscatorias del capital, tasas que permite y propicia para el enriquecimiento de unos pocos. Que ve como la suba de los precios hace que se caiga el consumo interno. Que acepta la dolarización de las tarifas energéticas incluidos combustibles, sabiendo que atraviesa transversalmente toda la economía del país. Gobierno que solo garantiza el cobro de los intereses de la deuda y que se pueda comprar las divisas sin límite y fugarlas.
Ese gobierno muestra su incompetencia y su condición servil a cada paso que da y va a una segura derrota electoral, de allí que el capital financiero internacional, el Departamento de Estado de los EEUU y el mismo FMI, lo único que buscan es asegurar el reemplazo del gobierno de Cambiemos por otro que acepte y legitime la deuda y las irresponsabilidades del “macrismo”, sabiendo que la magnitud del daño y de la deuda no es fácil de levantar, como no es fácil volver a crear los puestos de trabajo perdidos, los saberes perdidos, las fábricas y talleres cerrados y la fuga de capitales por más de U$S 56.000 millones que el gobierno de cambiemos permitió desde que el 16 de diciembre de 2015 dijo que eliminaba el “cepo cambiario”
Se van y dejan una hipoteca que no tenemos porque los argentinos de a pie hacernos cargos, debe desconocerse la usura, ¿porqué debemos aceptar la deuda contraída con el FMI y otros acreedores que se empleó para que los ricos la fuguen?

LA CONTROVERSIA GRINSPUN – CANITROT
Nada enseña más que la historia y la experiencia dice Nicolás Maquiavelo: “…aprendido gracias a una larga experiencia de las cosas modernas y una prolongada lectura de las antiguas”, y recuerdo una discusión terminal que se dio en el Colegio de Graduados en Ciencias Económicas de la Ciudad de Buenos Aires en el año 1983, entre el Dr. Bernardo Grinspun y el Ing. Adolfo Canitrot.
Eran los estertores de la dictadura más sangrienta y asesina que asoló en nuestro país, en el Colegio de Graduados de Ciencias Económicas se reunían los economistas afines al radicalismo alfonsinista, y allí se planteó una fuerte y central discusión entre Bernardo Grinspun y Adolfo Canitrot sobre cuál debería ser el eje de la política económica de ganarse las elecciones, mientras el primero sostenía que había que incrementar la demanda interna para poner en funcionamiento la economía que venía en claro declive desde 1975, y que ese estímulo de la demanda debía provenir de aumentar los salarios y el número de trabajadores, el segundo afirmaba en cambio que la economía Argentina de esa manera crecía, pero que al aumentar más las importaciones que el producto, se generaría el estrangulamiento del sector externo, por lo que se debía poner límites al consumo interno para tener menores importaciones y mayores exportaciones (La idea de tras fondo era que se debía tener siempre un superávit comercial para pagar los servicios de la deuda externa heredada de la dictadura militar)
Esa discusión la ganó Bernardo Grinspun que logró que Alfonsín en la campaña proselitista dijera que íbamos a levantar las cortinas de las fábricas, que íbamos a poner la economía de pié, y que con la democracia se come, se educa y se cura. Pero la victoria ideológica y política se fue diluyendo de mayor a menor en el año 1984. El gobierno aumentó los salarios por decreto, concedió créditos blandos, e impulsó por todos los medios posibles a la producción, sin embargo, la fuerte concentración económica y el objetivo de trasladarle la deuda externa al pueblo argentino, hizo que los empresarios incrementaran más los precios que la oferta, de manera tal que en diciembre de ese año la inflación fuera del 40% mensual.

Paralelamente la presión de los acreedores (bancos y organismos internacionales) y de los deudores (grandes empresas locales y extranjeras que operaban en nuestro país) para que Alfonsín “legitimara” la deuda externa heredada de la dictadura militar, a la que Grinspun quería investigar como se había generado y no pagar la deuda espuria (en realidad casi toda la deuda), más la presión del embajador Frank Ortiz en persona, hizo que en febrero de 1985 se aceptara la propuesta del equipo dirigido por Juan Sourrouille, con Adolfo Canitrot de segundo, que habían acordado con la Reserva Federal de los EEUU, los empresarios locales (fuertemente endeudados) y con los acreedores externos, que el Estado admitía toda la deuda legitimándola, pero a cambio ellos, los grandes endeudados, debían invertir para aumentar la producción. Por supuesto que los empresarios le dijeron que sí, y por supuesto que no cumplieron, produciéndose una brutal transferencia de recursos del pueblo argentino a favor de los grandes deudores, condicionando severamente el futuro del país.
No es con el trabajo y la producción nacional que debemos hacernos cargos de esa deuda. El 18 de febrero de 1985 el ministro de economía Bernardo Grinspun, echó al representante del FMI, el catalán Joaquín Ferrán de su despacho, como años antes hizo el Presidente Arturo Illia con David Rockefeller. Pero al día siguiente, el Presiente Alfonsín lo citó a almorzar a su amigo Grinspun a Olivos y le pidió la renuncia. Fue el gobierno de Alfonsín el que aceptó toda la deuda y se cambió la misma por títulos nuevos firmado por las autoridades constitucionales legitimándola. Y así nos fue y así le fue a ese gobierno que tuvo que irse antes que terminara su mandato, con híper devaluación e híper inflación, con saqueo de supermercados, y con la repulsa de la población.

Distinto fue el Gobierno de Néstor Kirchner, que en un marco de cesación de pago (default) suspendió todos los compromisos y obligaciones, se tomó más de dos años en estudiar la deuda, la reestructuró con una fuerte quita, a la par que, con esa plata que no pagaba a los acreedores externos, aumentaba los salarios y las jubilaciones y pensiones por decreto y “desdolarizaba” las tarifas.
Como dijo en su nota la Profesora Mónica Peralta Ramos:
“La oposición a este gobierno y su plan de ajuste debe consensuar antes de las elecciones un plan de emergencia nacional que, repudiando la enorme deuda externa contraída y todos los condicionamientos que este gobierno ha fabricado, contenga un plan de desarrollo nacional con verdadera integración e inclusión. Este plan de emergencia nacional debe buscar la articulación de alianzas en el exterior que permitan aprovechar las oportunidades que pueda brindar un mundo cada vez más resquebrajado por conflictos entre países con intereses divergentes El dólar y los recursos no renovables en vías de extinción constituyen los ejes en torno a los que giran los conflictos mundiales. En estas elecciones se juega entonces, algo más que la continuidad de un simple préstamo stand-by del FMI”.

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