Marginar a la mayor parte de la población o defender el trabajo y la producción nacional.

En la obra de Lewis Carroll, mientras Alicia está meditando sobre cómo debe de ser el mundo frente al espejo de su casa, se sorprende al comprobar que puede pasar a través de él y descubrir personalmente lo que ahí ocurre. Bien, para los Estados Unidos y las grandes corporaciones, México es el espejo que adelanta nuestro futuro.

Su Presidente Andrés López Obrador sostuvo el martes 23 de julio de 2019 que “el FMI ya no va a decidir sobre la agenda de México» y seguramente trabajará para ello. Pero ese país hermano, al incorporarse al NAFTA [1] en diciembre de 1992 con los Estados Unidos y Canadá, se ha convertido en una de las naciones más abiertas del mundo, donde para el año 2018 las exportaciones representaron el 34,6% del PIB [2] y, el 79,95% de dichas ventas fue al NAFTA. Eso ha provocado un país dual, una minoría poderosa y rica que se integra al mundo y el grueso de la población que vive como puede y por ende, con los flagelos y degradaciones que da la pobreza.

Hay dos industrias, una que paga 16 dólares la hora, unos 3.000 dólares al mes, como en los Estados Unidos y Canadá y que produce y exporta vehículos, autopartes, computadoras, combustible, tractores, equipos y servicios de telefonía, cuyos capitales son mayoritariamente norteamericanos asociados o no con capitales locales. Y otra, realizada básicamente por micro empresas con 10 o menos empleados, que representa el 85,6% de la ocupación del país, y en el que trabajan sin contrato el 67,8% del personal [3].

Para realizar semejante grieta fueron necesarios muchos años, desde la derechización del PRI (Partido Revolucionario Institucional) fundado en 1929 después de que fueran asesinados los revolucionarios de 1918 (Emiliano Zapata en 1919 y Pancho Villa en 1923), que gobernó México durante setenta años, para dar lugar a la “Alianza por el Cambio” (PANPVEM), accediendo a la presidencia de la república Vicente Fox, con sombrero de cowboy y su amistad personal y de sociedades con los Bush (padre e hijo) en el comienzo del siglo XXI.

La caterva de mandatarios acordados con los Estados Unidos finaliza con López Obrador, pero lo condicionan severamente, esencialmente no lo dejan cambiar la matriz y el núcleo duro de la reforma laboral, denominada Ley Federal del Trabajo, que comenzó a aplicarse a fines del año 2012 en México, que entre otros cambios instituyó los siguientes:

  • a) Creó la figura de contratos temporales: a prueba, de capacitación inicial, de labores discontinuas, por horas, con lo que la hora pasa a ser una unidad de trabajo, en lugar de la quincena o del mes;
  • b) No prohíbe las renuncias en blanco, anticipadas o “voluntarias”;
  • c) Quitaba la sanción a los patrones en caso de falta de aviso de despido (ahora corregido por el Decreto del Gobierno de López Obrador del 1° de mayo de 2019)
  • d) Legaliza la subcontratación u “outsourcing”;
  • g) Legaliza el trabajo “multihabilidades” sin el pago complementario que implica realizar otras funciones;
  • i) Desaparece de la Ley Federal del Trabajo la tabla de enfermedades y riesgos de trabajo y otorga facultades a la Secretaría de Trabajo para su expedición y modificación;
  • j) Evade penalizar conductas patronales negligentes que afecten la salud y la vida de los trabajadores y en su lugar impone multas económicas;
  • k) Mantiene los mecanismos legales que dificultan la elección democrática de representantes sindicales y que sostienen el corporativismo sindical y el bajo grado de sindicalización de los trabajadores.

Su aplicación generó una mayor volatilidad en el empleo en el marco de una economía errática, que facilita la existencia de empleos temporales, informales o no, y que impiden la generación de una expectativa de largo plazo para la mayor parte de la población..

En el periodo del 2012-2015 el 16% de los nuevos empleos se realizó por contrato temporal. De lo que se trata con la reforma laboral es de proteger los empleos, no a los trabajadores.

Por el régimen de subcontratación creado, los trabajadores son contratados de manera indirecta para desempeñar una actividad, servicio, o labor específica; delegando la responsabilidad o el compromiso laboral adquirido con ellos no a la empresa a la cual le proporcionarán los servicios y que obtendrá los beneficios mayores, sino a la empresa que los contrató directamente, es decir, al comúnmente llamado outsourcing, el cual, cabe mencionar que en la mayoría de los casos, no cuenta con el capital suficiente ni mucho menos con la infraestructura mínima para satisfacer las prestaciones básicas legales de todos “sus empleados”; de esta manera no puede garantizar cubrir a un trabajador las cantidades económicas a las cuales se le condene con motivo de una demanda laboral.

La principal problemática que enfrentan los trabajadores en México en el proceso de precarización detonado después de la reforma laboral, ha sido el deterioro de sus ingresos reales. De acuerdo con la información de la Encuesta de Ocupación de México, en el año 2005 los trabajadores asalariados ganaban mensualmente en términos reales un haber promedio equivalente a 479 dólares, para 2018 ese monto era de solo 332 dólares [4]. En el caso de los trabajadores por su cuenta sus remuneraciones son más bajas que los de los asalariados.

En síntesis, lo que se puede observar en el mundo del trabajo después de la reforma laboral de 2012 es una continua caída salarial, el aumento del empleo en micro unidades o microempresas [5] con malas condiciones laborales y con una inmensa cantidad de trabajadores sin contratos por escrito que es lo que el Decreto del 1° de mayo de 2019 trata de corregir. También intenta frenar la reducción de la tasa de sindicalización.

Obviamente ese avance del capital sobre el trabajo incrementa la pobreza, que en el año 2018 alcanza al 46,2% de la población. México cuenta con un poco más de un tercio de población ocupada (unas 43.650.000 personas) y se estima que unos 32 millones de trabajadores sobreviven en diferentes niveles de pobreza. Trabajan y son pobres.

Macri lo hizo

Macri lo consiguió en la Argentina de Cambiemos. Según el INDEC, un matrimonio con dos hijos debe tener en junio de 2019 un ingreso mínimo de $ 31.148,41 por mes para no ser pobre. Pero el Boletín de Estadísticas Laborales (BEL) del Ministerio de Producción y Trabajo de la Nación, con atraso, informa que en diciembre de 2018 el salario promedio era de $ 35.325 por mes. Supongamos el ajuste que pueden haber percibido los asalariados hasta la mitad de este año: lo cierto es que hay una gran cantidad de los 12.084.157 trabajadores registrados [6] que cobran por debajo de la línea de pobreza.

El segundo mérito del macrismo ha sido que hoy la industria emplea menos trabajadores que el comercio. La destrucción de empleo ha sido mayor en la producción. En 1996, con Menem, según la Dirección General de Estudios Macroeconómicos y Estadísticas Laborales de la Nación, por cada empleado en el comercio había 1,7 trabajadores en la industria, en el año 2018 la industria empleaba 1.147.992 trabajadores y el comercio 1.208.939, sin contar las suspensiones de horas y días de trabajo mayores en la industria que en el comercio.

Es clara la política clasista del macrismo. El FMI no quiere que se industrialice casi nada porque somos para ellos el patio trasero de los Estados Unidos, y solo van a permitir aquellas industrias que puedan entrar en la transformación tecnológica que se integre en ese engranaje para el mercado mundial. Las fotocopias del cuaderno de Oscar Centeno le hicieron saber a los Rocca que no pueden tener un plan propio como eran los “14 puntos” presentados el 4 de julio de 2018. Pagani, de Arcor, compró La Campagnola y hoy la cierra porque no solo se redujo el mercado interno, sino que el gobierno de Macri permitió la importación de 44.000 toneladas de preparaciones de tomate por año, porque business are business. Pero si todo esto está tan claro, ¿cómo puede ser que gran parte de nuestros empresarios planteen y/o acepten un esquema laboral similar al de México, que significa reducción del mercado y extranjerización de la economía, cuando de esa manera matan su principal punto de apoyo y, encima, los obliga a competir con capitales extranjeros que tiene atado el negocio al mercado mundial, donde esas empresas tienen capacidad de producción y distribución muy superior comparadas con una economía relativamente pequeña como la nuestra, lo que le permite concentrar y centralizar en pocos establecimientos que producen en segmentos muy determinados y/o en actividades extractivas dependientes como engranaje de la corporación trasnacional?

Hace 60 años nos lo advirtió el economista chileno Osvaldo Sunkel en su trabajo Capitalismo trasnacional y desintegración nacional: «La corporación internacional actúa y planea en términos que el proceso de modernización incorpora a las nuevas estructuras productivas a los individuos y grupos especialmente aptos para el sistema impuesto de racionalidad y eficiencia, por otra parte repele a los individuos y grupos sociales que no tienen cabida en la nueva estructura productiva o no tienen condiciones para adaptarse a ella”.

“Es importante destacar que este proceso no solamente tiende a limitar la formación de un empresariado nacional, sino también clases medias nacionales (incluyendo grupos intelectuales, científicos y técnicos nacionales) e incluso una clase obrera nacional. El avance del proceso de modernización actúa, en efecto, introduciendo una cuña a lo largo de la franja en que se encuentran los segmentos integrados y no integrados tendiendo a incorporar a parte de los empresarios nacionales como gerentes de las nuevas empresas y marginando a los no aprovechables, incorporando a algunos de los profesionales, técnicos y empleados adaptables y marginando al resto y a los que no lo sean; e incorporando parte de la mano de obra calificada o con condiciones para calificarse y repeliendo al resto y a aquella otra parte que se supone no puede tener niveles de calificación técnica e incluso cultural para adaptarse a las nuevas condiciones”.

Recordemos que en ese trabajo, Osvaldo Sunkel va a ponderar la doble dependencia del sector externo, por un lado de la producción primaria (para nuestro país hoy fundamentalmente la soja), y la necesidad de importar insumos, máquinas, equipos, y tecnología de las grandes corporaciones, los que condicionan y subordinan a la economía nacional a las trasnacionales.

El camino debe ser otro

El problema es que en la Argentina actual no existe un sector local dueño de los medios de producción capaz de imponer su modo de acumulación y de distribución. El que está, se termina adaptando a un proceso de acumulación de capital, de cambios tecnológicos, de cambios demográficos y en la distribución del ingreso, que lleva a transformaciones significativas en la organización de la sociedad y del Estado, subordinado al capital trasnacional, y —lo que es peor— aceptado como inevitable, como fruto de la globalización, cuando los países que crecen y tienen vuelo propio es porque se enfrentan a esa lógica de la subordinación, caso China, Corea del Sur, y en los últimos años, la Unión Europea y la India.

No hay experiencia de países que se hayan desarrollado si no se produce una alianza fuerte entre el empresariado local y el Estado. El economista Aldo Ferrer sostenía que no es posible la construcción del empresario argentino en ausencia del Estado nacional y el ejercicio efectivo de la soberanía, para terminar afirmando: “No hay un componente genético en el empresario argentino cuando privilegia la especulación sobre la producción. Cada país tiene el empresario que se merece en virtud de su capacidad de constituir un Estado nacional dispuesto a impulsar la transformación de la estructura productiva. En nuestro país, la carencia o insuficiencia de estas condiciones fue extremadamente crítica en el período de la hegemonía neoliberal, durante el cual el sistema económico creó condiciones hostiles a la producción. Continuar en el camino de revertir muchas de esas herencias sigue siendo una tarea pendiente”.

La paradoja es que si no se acuerda con el Estado un plan de crecimiento que defina sectores que se deben apuntalar para garantizar la producción y el trabajo nacional, comprometiéndose con metas de inversión, generación de puestos de trabajo y producción, entonces se queda a merced de los grandes capitales que vuelcan las medidas en su único beneficio.

Las elecciones nacionales, en forma más clara que otras veces, nos vuelven a plantear el mismo problema: subordinación al mercado internacional marginando a la mayor parte de la población o un modelo de integración que parta de la defensa del mercado interno y del trabajo y la producción nacional.

[1] Tratado de libre comercio de América del Norte, entre EEUU, Canadá y México.
[2] Máxime que, para el año 2018, en la República Popular China las exportaciones representaron el 21,3% de su PIB, en la India el 19,8% y, en los EEUU fue el 12,4%
[3] El gobierno de López Obrador, el 1 de mayo de 2019, publicó en el B.O. el Decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Ley Federal del Trabajo, entre ellos la rescisión de la relación laboral en la que se prevé que la falta de aviso de despido al trabajador, ya sea de manera personal o por medio de los tribunales laborales, establece la presunción de que la separación es no justificada, salvo que se presenten pruebas que demuestren lo contrario y, reglamenta que los contratos de trabajo deberán ratificarse ante los centros de conciliación o tribunales laborales.

Por HORACIO ROVELLI

[4] Convertido a pesos serían unos $ 16.000 por mes, de allí que Macri por decreto fijó el salario mínimo vital y móvil en $ 12.500.- mensuales
[5] En México, las microempresas generando más de 85% de los puestos de trabajo, obtienen apenas una cifra aproximada de 20% de la riqueza generada en el país.
[6] En la Argentina la cantidad de trabajadores registrados en mayo de 2019 totalizó 12.084.157, unos 217.100 trabajadores menos que en igual mes de 2018 informó el Ministerio de Producción y Trabajo de la Nación.

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