El dinero nace de la necesidad de expresar el valor y la magnitud de valor de distintas mercancías en un denominador común, y hablamos de precio cuando expresamos el valor de una mercancía en dinero, gracias a la existencia del dinero, el productor del bien o servicio sabe que el fruto de su trabajo es valor.

Por Horacio Rovelli
(Economista)

 

El problema reside que en nuestro país, y esencialmente cuando la restricción externa es mayor y por ende es menor el ingreso de divisas presente y futuro, empleamos nuestra moneda para la compra y venta de mercancías (incluso no de todas, por ejemplo las propiedades, así como otros activos de mayor cuantía se comercializan mayoritariamente en divisas),  pero usamos el dólar como reserva de valor (como ahorro).  Esa dicotomía provoca un deterioro permanente de la demanda de nuestra moneda, si a ello le sumamos la necesidad de emitir dinero para financiar el déficit fiscal, se termina convalidando un aumento generalizado de los precios que a su vez erosiona el valor de la divisa, con la presión de que se ajusten ambos valores en una nueva devaluación, entrando en un circuito de devaluación – inflación que puede incuso retroalimentarse y terminar en hiperdevaluación e hiperinflación.

Esto sucede porque el tipo de cambio real es una relación entre los precios internos expresados en dólares y los precios internacionales. Si nuestros precios crecen más que los del exterior, tarde o temprano deben equilibrase, de allí que cuando uno pondera el fuerte crecimiento de las importaciones de por sí, por el mayor nivel de actividad, como son las energéticas, la de tecnología, y la de insumos que no producimos o no lo hacemos en la calidad y cantidad suficiente, le agregamos la de atrasar el tipo de cambio, con lo que se le suman las importaciones innecesarias que incluso compiten deslealmente con la producción nacional, gasto en turismo, y toda una gama de erogaciones que aprovechan el atraso cambiario.

Supimos tener un fuerte superávit comercial desde el 2003 hasta el año 2012, una parte se empleó para pagar deuda externa, otra parte (muy menor) se invirtió en el país, pero la fuga de capitales fue inmensa.  Basta solamente con conocer la infidencia de dos empleados de bancos extranjeros que operan en nuestro país, uno del banco HSBC, el ingeniero Hervé Falciani, que trabajó en la sucursal del holding financiero asiático-inglés en Ginebra – Suiza, que extrajo la información entre los años 2006 y 2008 referida a 130 mil clientes de la sucursal helvética, y allí descubre 3.900 cuentas bancarias abiertas por individuos y sociedades argentinas que no fueron declaradas. El otro, un ex ejecutivo de cuentas del JP Morgan para Argentina,  Hernán Arbizu, quien en su declaración ante la justicia estimó que, entre los diez bancos con mayor actividad en Argentina en materia de colocación de depósitos en el exterior sin ser declarados, acumulaban en el año 2010 el manejo de unos 85 mil millones de dólares. En ese listado, Arbizu señalaba que en sólo cuatro de ellos se concentraba el 65 por ciento del monto fugado (55 mil millones de dólares). Entre esos cuatro, el HSBC aparecía en un tercer lugar, con una cartera estimada en unos 10 mil millones de dólares.

Entonces la falta de dólares de hoy, tiene nombre y apellido, residentes argentinos y bancos que operan en nuestro país, es inaudito que no solo no se plantee la relación entre uno y otro, sino que se espere una justicia que como le contesta el Moreno a Martín Fierro: “…es tela de araña en mi ignorancia lo explico, no la tema el hombre rico; nunca la tema el que mande; pues la rompe el bicho grande
y sólo enreda a los chicos”, 
en lugar de tomar cartas en el asunto por lo menos inspeccionando al banco HSBC y a los que no declararon esos cuantiosos fondos.

También es impensable creer que haciendo buena letra y cumpliendo las reglas del mercado, estos van a responder a favor de los intereses nacionales y populares,  cuando la historia de nuestro país nos demostró hasta el cansancio que no es así.  Kicillof debería haber aprendido ya con lo que lleva de funcionario, y sin embargo repite ahora la misma ingenuidad que hizo a fines del año pasado y comienzo de este, avanzando en minidevaluaciones del dólar oficial, mientras permite que exista un dólar marginal o blue, alimenta al dólar contado contra “liqui” y al dólar bolsa, a la par que espera que ingresos del exterior, como pueden ser los swaps firmados con China, que los sojeros se dignen exportar, o que se pueda negociar con los fondos buitres después del 2 de enero de 2015, restablezcan un equilibrio perdido.

Solamente así se puede entender que, por ejemplo, el miércoles 24 de septiembre 2014 la ANSeS haya colocado $ 500 millones en bonos para hacer bajar a las cotizaciones paralelas (sin lograrlo),  y un día después el Tesoro de la Nación emite un bono a dos años por $ 10.000 millones con el que busca secar una plaza porque esta (según su real saber y entender) excedida de pesos.

Como puede ser que el BCRA más duplique la emisión de LEBAC (Letras del BCRA), que eran de $ 105.204 millones al último día hábil el año 2013, para pasar a ser de $  221.904 millones al 12 de septiembre de 2014, pagando una tasa de interés del 29% anual, cuando los bancos pagan menos del 22% por sus depósitos, lo que implica fuertes ganancias a las entidades, y acrecienta un pasivo del BCRA (o déficit cuasi-fiscal) que va a ser cada vez más importante, solo para “secar” el mercado.

La “timba” se amplía cuando se legalizan operaciones como el dólar Bolsa, que es una operación cambiaria que consiste en comprar bonos con pesos y después venderlos a cambio de dólares en el mercado local, donde los títulos en dólares cotizan en ambas monedas. El contado con liquidación es lo mismo, pero en plazas del exterior donde cotizan títulos y acciones argentinas, con lo que los dólares terminan fuera del país.

El contado contra «liqui» gana 14,9% en lo que va de septiembre (cerró a $ 14,77 el dólar el viernes 26 de septiembre 2014), y 65,8% en el año. El blue y el dólar Bolsa avanzan 12% en el mes (cerró a $ 14,65), mientras que en lo que va del año muestran un avance del 57% y el 65%. respectivamente, sin que aparezca la oferta de divisas, las expectativas son de continuidad de la suba de los tipos de cambio paralelos.

Ese acrecentamiento y súper beneficio de los “timberos” significa la disminución en la misma proporción del salario (y del trabajo) de los que nos ganamos “el pan con el sudor de la frente” y de los activos que tenemos.  No es un tema como para que quede limitado a las reglas del mercado o la esperanza de que ingresen dólares futuro.  Se deben extremar las medidas de control, en primer lugar prohibiendo el contado contra “liqui”, el dólar bolsa, el dólar tarjeta, el dólar turista, y cuanto invento hay que desvirtúan el rol real de relación de nuestra moneda con las divisas.  Prohibiendo confiscando y metiendo preso a los que desobedecen, y explicando que es por el bien de los argentinos de a pie,  de otro modo esto termina con la hiperdevaluación de Alfonsín (e hiperinflación), o con el fin de la “convertibilidad” de Cavallo, todas significaron una brutal transferencia (y empobrecimiento) de la población a favor de esos que forman parte de las cuentas que dos empleados de los bancos extranjeros denuncian y presentan las pruebas.

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