por Néstor Chino Luna

Analista Político

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Queda clausurado desde hoy y para siempre los abrazos de jubilo, los apretones de manos, los besos cálidos, las cachetadas reaccionarias, los gritos en la cara, la insolencia y el afecto.

Se prohíbe las caricias tiernas, los escupitajos, la tos compartida, las confesiones al oído y los mates colectivos…

No hay posibilidad alguna de ser efusivo, ni mucho menos cariñoso.

Serán penados los abrazadores seriales, los eternos saludadores, los habitantes de la cercanía, los insultos jugosos y los gritos de gol colectivo.

No habrá mas abrazos de gol, ni pogos musicales, ni juego de manos, ni manos extendidas…

Nos infectamos del virus del miedo, de la distancia, de la soledad…

Nos clausuraron las reuniones, nos dejaron huérfanos de amigos, de padres, primos, tías y sobrinos. Nos encerraron en la propiedad privada, algunas demasiadas privadas de comodidad, que se asemejan a una celda…

Este insoportable 2020 no gozará del olvido de una pesadilla mañanera, será una marca doliente en nuestras pequeñas vidas ante la multitud de muerte que nos acecha.

Tal vez, podamos entender que no alcanza con ser ricos o pobres, con creer que el mundo es global y los mercados dictan sus sentencias…

Quizás podamos entender que todo es relativo, banal, intrascendente y que la monotonía de la angustia se sazona con volver a la primitiva satisfacción de un plato de comida.

Alguien, algún día, en algún país, determinará que fue de nosotros. Qué país del mundo y que científico pudo desentrañar las incógnitas multiplicadas en la pandemia.

Mientras tanto, nuestras pobres y pequeñas vidas conviven con la lavandina, el alcohol en gel, los barbijos y esa inaguantable sensación que somos vulnerables, prescindentes.

Tan simplemente Humanos, que aterra…

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